Opinión Luis Augusto Yepes. Estados Unidos pasará de importador de
gas natural a exportador, en la presente década, y la participación de petróleo
importado con respecto al consumo total se reducirá del 60 por ciento en el
2005 al 36 por ciento en el largo plazo. Los hidrocarburos no convencionales
están cambiando la cosmovisión energética del mundo actual, lo que traerá
consecuencias del orden estratégico, geopolítico y económico.
El ‘gas natural no convencional’, como se le conoce, proviene de
la explotación de depósitos de carbón y, más recientemente, de la producción de
las llamadas shales basins a las cuales nos referimos en un artículo anterior.
Gracias a avances tecnológicos muy especiales, como la perforación
horizontal y el fracturamiento hidráulico, se ha logrado penetrar en estas
rocas a fin de que las riquezas de hidrocarburos atrapadas en su interior
durante millones de años puedan ser utilizadas en beneficio de toda la
sociedad. También, con el petróleo no convencional, guardado en las arenas
bituminosas en Canadá, y en formaciones especiales conocidas como tight oil, se
están extrayendo estos hidrocarburos gracias a los desarrollos tecnológicos en
el sector del upstream petrolero.
Por ser Estados Unidos el mayor consumidor de energía del planeta,
lo que ocurra en ese país tiene implicaciones mundiales. En este sentido, el
impacto de los hidrocarburos no convencionales es tal que la participación del
shale gas en la producción total pasó del 2 por ciento en el 2000 al 37 por
ciento en el 2012, y se prevé el 60 por ciento para el 2035.
El resultado de lo anterior indica que no solamente la oferta
estará en balance con la demanda, sino que será posible iniciar el tránsito de
importador a exportador de gas natural en pocos años.
A nivel mundial, la distribución de los nuevos recursos de Gas No
Convencional indican que cerca del 30 por ciento se encuentra en Norteamérica,
incluyendo a Canadá y México; 6,8 por ciento, en Francia, Noruega y Polonia; 15
por ciento, en Sur África, Argelia y Libia; 15 por ciento, en Brasil y
Argentina, y 20 por ciento, en la Cuenca del Asia-Pacífico.
Por el lado del petróleo crudo, el Departamento de Energía de
Estados Unidos estima en 24.000 millones de barriles las reservas técnicamente
recuperables de los denominados shale oil resources. Nada mal si se tiene en
cuenta que, en el año 2000, las reservas totales de petróleo en ese país eran
de 30.000 millones de barriles.
Una primera consecuencia de los hidrocarburos no convencionales es
‘un nuevo orden’ en la distribución de petróleo y gas no convencional en las
diferentes regiones del mundo, con respecto a lo observado anteriormente con
los energéticos convencionales. Las grandes regiones consumidoras van a tener
acceso a nuevos recursos de gas natural y dependerán menos de los suministros
de países como Rusia y Medio Oriente.
En segundo lugar, el discurso de la seguridad energética en
Estados Unidos deberá revaluarse, en particular frente
a la campaña presidencial que culmina en noviembre del 2012. Desde el Embargo
Petrolero de 1973, Estados Unidos se ha considerado en estado de vulnerabilidad
al depender principalmente de crudo importado del Medio Oriente para atender
más de la mitad de sus requerimientos internos.
Con los nuevos recursos energéticos derivados de los hidrocarburos
no convencionales más las importaciones de Canadá, parece haberse encontrado la
clave de la ‘seguridad energética’, largamente buscada durante 40 años. En
tercer lugar, el portafolio de grandes productores de petróleo se está
ampliando con las nuevas producciones de Canadá, donde las denominadas tar
sands podrán suministrar más de 3 millones de barriles por día a comienzos de
la próxima década, lo que convertirá a ese país en el quinto productor de
petróleo del mundo.
De otra parte, los nuevos descubrimientos de petróleo convencional
en Brasil pueden llevar a ese país a producir más del doble que Venezuela al
terminar la presente década. Analistas reconocidos como Daniel Yergin, de Cera,
coinciden en señalar que, por cuenta de los hidrocarburos no convencionales, el
eje petrolero del mundo se está moviendo desde la región occidental de Siberia
y los Urales, donde se produce más del 80 por ciento del petróleo ruso, y los
países petroleros del golfo Pérsico, al continente americano.
El nuevo eje arranca desde las arenas bituminosas en Alberta
(Canadá), pasa por el llamado mid continent, en Estados Unidos, con gran
abundancia de gas y petróleo no convencional, hasta llegar a la costa del golfo
de México. Este nuevo eje o centro de producción petrolera se complementa con
los descubrimientos en la costa suroriental de Brasil.
El panorama energético mundial se está reconfigurando. Estados
Unidos pasará de importador de gas natural a exportador de este energético en
el curso de la presente década, y la participación de petróleo importado con
respecto al consumo total se reducirá del 60 por ciento en el 2005 al 36 por
ciento en el largo plazo.
Así las cosas, menos crudo se transportará desde los países
productores del golfo Pérsico hacia Estados Unidos más barriles fluirán del
Medio Oriente a la cuenca del Asia-Pacífico, incluyendo a China y Japón;
mayores importaciones tomarán la ruta Canadá-Estados Unidos, lo que consolidará
el Eje Alberta-Texas, y puede que menos barriles fluyan en sentido Venezuela-Estados
Unidos.
De esta manera, la dependencia energética de los países del golfo
Pérsico ya no será motivo de preocupaciones para la política energética de
Estados Unidos, y menos ahora que el eje petrolero del mundo se está moviendo
al nuevo continente.
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